Escribir en la cuerda floja

En 1859, el Gran Blondin cruzó el Niágara caminando por una cuerda floja y los reyes de Inglaterra lo aplaudieron. Años más tarde repitió esta hazaña con algunas variantes: cruzó con los ojos vendados; caminando con zancos; arrastrando una carretilla y hasta en cierta oportunidad se detuvo a mitad del trayecto para preparar y comerse un omelete.
Cansado de cubrir el evento, o quien sabe solo por desafío, un periodista instigó:
-No entiendo para que venir cada año a entrevistar a un hombre que se propone cruzar el Niágara, sabiendo de antemano que lo cruzará.
-¿Está seguro de que lograré cruzar? –preguntó el Gran Blondin al periodista.
-Absolutamente seguro –replicó el periodista retador.
-Pues me alegro mucho entonces –agregó Blondin con cierto tono de malicia en la voz-, porque esta vez lo cruzaré cargándolo a usted en andas.
Aunque confieso haberme tomado ciertas libertades para narrar esta anécdota acerca del Gran Moldín, me pareció interesante exponer cierto paralelismo entre el momento de decidir producir un texto y el de realizar una peligrosa prueba de muerte.
¿Si escribir no fuera comparable a una peligrosa prueba de muerte? ¿Por qué entonces cuesta tanto escribir?
Me gustaría en este apartado, sin quiméricas ostentaciones ni fórmulas mágicas, realizar algunas reflexiones sobre el momento de escribir y ver, de este modo, si es posible elaborar una guía que ayude al joven escritor a superar todo obstáculo para así poder alcanzar el otro lado.

1- El deseo de escribir
Aristóteles, que algo sabía, afirmaba que solo hay una fuerza motriz para toda acción humana y la llamó “deseo”.
El deseo, la gran fuerza que antecede a cualquier proeza, es el combustible que alimenta la maquinaria necesaria para que una persona se proponga cruzar el Niágara o escribir un texto. Sin deseo –propio o ajeno- nada ocurre.
¿Será por esto que la mayoría de las guías de escritura comienzan preguntándose para qué escribir? ¿Qué mecanismos subyacen en la voluntad del autor? ¿Por qué se propone dedicarse a una tarea tan ardua? ¿Camina por la cuerda por vanidad? ¿Espera alguna recompensa?
Existen tantas preguntas como respuestas que puedan surgir de estas reflexiones. Cada uno de ustedes, sabrá juzgar y aprovechar las suyas.
Lo importante, y seguramente por esto será que habrás llegado hasta aquí, es que en este mismo momento en algún rincón de tu inconsciente se está gestando una idea. Una idea que quiere ser expresada por escrito. Que enfurece por atravesar el abismo del olvido y llegaren zancos hasta el otro lado. ¿Cómo hacerlo? De momento, no la pierdas. Anota tu idea con las palabras más claras en una hoja de papel, y tal vez al terminar este de leer este artículo puedas hacer algo con ella.

2- Ponerse en forma
El Gran Blondin fue enviado a la prestigiosa École de Gymnase a la edad de cinco años, donde recibió un duro entrenamiento como acróbata. Tras prepararse en diversas disciplinas gimnásticas hizo su presentación  pública y recibió el apodo de “La Pequeña Maravilla”
Ponerse forma para escribir un texto no es tan distinto. Es necesario ejercitarse frecuentemente en diversas disciplinas lingüísticas para mejorar nuestras capacidades.
Lecturas críticas; teorías literarias; análisis metalingüísticos son algunos de los ejercicios que poco a poco irán fortaleciendo la musculatura del escritor en formación.
Tal como sucede en una rutina de ejercicios físicos, el éxito del entrenamiento se logra mediante la adecuada combinación de prácticas -y estas son diferentes según las características innatas del sujeto-, por lo que se recomienda estar atento a las propias transformaciones internas según el recorrido que se realice.
Un buen lugar por donde empezar es reconocer el género discursivo en el que estés interesado trabajar. De este modo, mediante una lectura crítica o un análisis metalingüístico podrás detectar principios constructivos; usos del campo semántico; reconocer estilos, innovar y reescribir.
Las posibilidades son multiples.

3- Retroceder (siempre), rendirse jamás
"El Gran Blondin decidió cruzar intrépidamente por la débil soga y pensaba que se iba a caer, pero no le importaba, porque se había decidido y creyó en lo que hacía, y se había preparado con vehemencia, sin embargo no esperaba que el viento soplara cruelmente sobre su pálido e insoslayable rostro y lo torciera, por eso casi se cae al agua, pero al final le salió bien y llego del otro lado de la orilla, donde la gente lo aplaudió infatigablemente por la hazaña."

Habrán podido notar en el párrafo –mi intención fue que se note– cierta irregularidad en la composición de la prosa. La idea de la que partí era narrar el cruce del Niágara que realizara el Gran Blondin, e imprimirle al relato algunos rasgos novelescos. ¿Cuál fue la falla? ¿Cómo se puede solucionar?
Todos los textos, absolutamente todos, no están completos hasta no haber pasado por uno o varios procesos de corrección. La corrección de un texto, trasciende la mera corrección ortográfica (para eso bastaría la PC, y aun así hay que prestar atención). Se trata de un proceso de  ordenamiento, selección, reemplazo y acortamiento.
Veamos como se resolvería este caso en particular, después de que el texto haya atravesado por este proceso de correción.

"El Gran Blondin decidió cruzar por la soga floja. No le importaba que pudiera caerse. Se había preparado minuciosamente y ya lo había decidido. El viento soplaba cruel, pero su rostro ni siquiera tembló en todo el trayecto. La gente que esperaba del otro lado lo aplaudió infatigablemente cuando logró la hazaña."

Mucho más claro, ¿Verdad? La clave de la corrección se encuentra en la economía del mensaje, siempre cuando esa economía no altere el contenido. Si bien lleva algún esfuerzo y práctica, no es necesario volverse un experto en morfología para aprender a ser sintético. Un buen lugar para comenzar sería eliminar aquellos adjetivos que no agregan ni quitan nada al relato y una buena selección de tiempos verbales.

4- Aprender de lo aprendido
Por último -y no menos importante-, hay que aprender de lo aprendido. Si llegamos a una de esas situaciones de escritura, donde por más que nos esforcemos y hayamos aplicado todos los puntos anteriores, nos cuesta decir algo por escrito, sería útil registrar esa dificultad en una ficha de escritura para futuras consultas. De este modo, conocerás mejor tus dificultades y las tendrás más presentes a la hora de realizar lecturas críticas. Es posible que alguno de los autores de  los que lees frecuentemente haya estado en situaciones similares, y que su experiencia y conocimiento lo haya llevado a resolver estas situaciones. Analiza las estructuras de su prosa y fíjate como tu autor favorito resolvió estos problemas.

Por último, y para cerrar este banquete aderezado con las hazañas de un hombre muy valiente (y muy preparado), te recordamos que Blondin no solo cruzó varias veces el Niagara sino que cada vez lo hacía con mayor facilidad. Ten en cuenta que cada texto que escribas, el próximo será más fácil por lo que tendrás que agregar también un desafió que dificulte la prueba.
Si haces esto como práctica, sin duda tu escritura mejorará tanto que estarás en condiciones de cargarte encima a cualquier crítico que intente restarle mérito a tus trabajos, y alcanzar el otro lado.

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