
Ignet, el Maldito. La bestia despiadada que hasta la negrura innombrable temió al batir de sus alas y a la fiereza descontrolada de sus deseos. Y un ejército de malditos organizó la revuelta en las esferas infernales, y las bestias ardieron entre aullidos voraces que comían del silencio impronunciable de sus voces. Pero Ignet triunfó, y el padre enfurecido abandonó el nido en las alturas para luchar contra su engendro. La batalla duró siete soles, siete lunas, y por fin de las heridas de las criaturas aladas brotaron otros dioses y otros mundos. Entonces las bestias se refugiaron y con resplandores fúnebres se anunció el ocaso de los tiempos.
Ignet, el hermoso. La bestia coronada de blasfemias que yace entre los huesos de héroes rendidos. Nadie se atreverá jamás desafiar su inclemencia ni a saquear de los fabulosos tesoros donde reposa su salvaje carne.
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